El crecimiento personal está de actualidad. Lejos de ser una moda pasajera, obedece a la necesidad que tenemos los seres humanos de ser fieles a nosotros mismos, autorrealizarnos y crecer como personas.
El crecimiento personal es un conjunto de filosofías (puntos de vista), métodos y acciones que fomentan nuestras potencialidades y talentos para alcanzar nuestros sueños y lograr la plenitud. No se trata de ser otra persona que no somos, sino de tomar conciencia de nosotros mismos y ofrecer nuestra mejor versión. Aquella que nos hace sentirnos bien.
Muchas personas se acercan al crecimiento personal a través de talleres y conferencias. Bien porque abordan algún tema que les preocupa o para encontrar solución a un problema concreto. Paula nos comenta que tras participar en un taller organizado por Life Transition, un grupo de profesionales que imparten sesiones de Coach y formaciones, aclaró su mente y encaminó su vida hacia las metas que realmente le hacían feliz.
El crecimiento personal es un camino de desarrollo. Para emprenderlo debemos liberarnos de nuestros prejuicios. Para nada es un proceso sencillo. En gran medida deberás cambiar los planteamientos desde los que te relacionas con los demás y contigo mismo. Deberás ser constante y mantenerte firme ante las dificultades. El resultado final es reconfortante, pero no fácil. Aquí te planteamos una serie de claves para implementar el desarrollo personal.
Autoconocimiento.
Todo proceso de crecimiento personal comienza por conocerse a uno mismo. Aunque pensamos que sabemos quién somos, en realidad no sabemos cómo llegaríamos a actuar en determinadas circunstancias. Más que otra cosa, porque no las hemos vivido. Un adolescente que siempre ha vivido con sus padres, no es consciente de cómo se comportaría si viviera solo. Tal vez tenga un nivel de autonomía y de inventiva del que no era consciente.
La Universidad Americana en Europa dice que la capacidad de introspección nos lleva a detectar cuáles son nuestras fortalezas y nuestras debilidades. A partir de ahí, podemos trabajar por construir nuestra identidad personal.
Aunque vivimos en sociedad y muchos problemas, a grandes rasgos, son comunes, podemos decir que cada persona es diferente. Por tanto, las soluciones que le sirven a uno no tienen por qué servirle a otro.
Por otro lado, cada persona tiene sus propias metas. Que tienen que ver con su personalidad y con las decisiones que ha tomado en la vida. Estos objetivos vitales no tienen por qué coincidir con lo que la sociedad espera de nosotros o lo que nos demandan determinadas personas de nuestro entorno.
Establecer metas.
Una vez que nos hemos hecho conscientes de lo que realmente nos hace felices y nos llena, debemos plantearnos metas. En primer lugar, una meta general. ¿Qué queremos ser? ¿A dónde queremos llegar? Después es necesario fijarse metas intermedias, pero nunca perder de vista el objetivo final.
La vida, en cierta medida, es como el deporte, solo que compites contra ti mismo. Si un día descubres que te gusta correr y que te gustaría hacer la maratón de “La San Silvestre Vallecana” y llegar entre los 20 primeros, debes partir de la situación en la que te encuentras. Bien, sales a correr de vez en cuando, cuando tienes tiempo. ¿Estás en condiciones de correr una maratón? Primero debes fijarte el objetivo de correr 10 kilómetros. Cuando lo hayas conseguido debes proponerte alcanzar los 21, media maratón. Más adelante, debes competir y plantearte un objetivo razonable. Todo esto son etapas intermedias que te conducen a un objetivo final.
Planificación y ajustes.
Fijados las metas y los objetivos, debes planificar que debes hacer para alcanzarlos. Vamos a cambiar de ejemplo. Estás estudiando la carrera de medicina porque quieres ser un buen médico. Para conseguirlo te has matriculado en una de las carreras más difíciles que existen. Cada día debes ir a clase a la facultad. Más que otra cosa, para entender el temario. En la carrera se manejan conceptos complejos que no se entienden echándole un vistazo al libro de texto o a los apuntes. Después, en casa, es bueno que te cojas una hora al día para estudiar.
Puede ser que te surja un problema familiar y durante una temporada rompas tu ritmo de estudio. ¿Cómo vas a recuperar el tiempo perdido? Aquí tienes que hacer un ajuste.
Ahora vamos a partir de que no has tenido ningún contratiempo y que has hecho todo lo que tenías planificado. A pesar de eso, en los exámenes cuatrimestrales has suspendido varias asignaturas. Más de las que esperabas. Hay algo que estás haciendo mal. Debes analizar tu planificación, y sobre todo tu práctica, detectar el problema e intentar resolverlo.
Esto te puede llevar a replantearte la planificación o a fijarte otras metas intermedias, pero nunca dejar el objetivo final. Si no, lo que estarías haciendo es engañarte a ti mismo.
Aprendizaje continuo.
La vida es un proceso de aprendizaje permanente. Nadie nace sabiendo. Podemos tener unas cualidades u otras, pero todo lo aprendemos estudiando y con práctica. No hay éxitos, ni fracasos, todo forma parte del mismo proceso de formación. Hay quien dice que se aprende más de los errores que de los aciertos. Lo cierto es que cuando algo te sale mal, eso te obliga a replantearte lo que estás haciendo y a intentar no repetirlo. Mientras que si las cosas te salen bien, te dejas llevar por la euforia del momento y no analizas tu práctica. Cualquier cosa que hagas se puede mejorar. Es importante detectar que es lo que estás haciendo bien en función de tus objetivos y persistir por ahí, al tiempo que corriges aquellos aspectos susceptibles de mejora.
Cuando te aproximas a una meta o la alcanzas, eso te sube tu autoestima. Es una gratificación emocional que te ayuda a continuar. Pero cuando tropiezas debes verlo como una lección, no como un fracaso. Hay golpes que duelen. Debes aprender a reponerte, ponerte en pie y continuar el camino. La actitud que adoptas en estas situaciones es determinante para avanzar en tu crecimiento personal.
Gestión del tiempo y del estrés.
En un trabajo publicado por la Universidad de Sevilla se señala que el estrés es el desequilibrio entre las demandas que reciben un sujeto y sus recursos de control. Aunque parece que estamos hablando de tiempo, en realidad, estamos tratando la gestión de las emociones.
Es complicado, porque a veces las presiones las recibimos del exterior y tienen una fuerza determinante. Por ejemplo, en tu trabajo tu jefe te está apretando para que entregues una tarea a tiempo. Si no lo haces, piensas que te puede amonestar, e incluso, que tu puesto de trabajo puede estar en peligro. Esto te causa cierta ansiedad. Debes aprender a controlar esa emoción y organizar tu tiempo y tus recursos para llevarla a cabo. Si ves que no lo puedes conseguir, más vale que lo hables con tu jefe y le pidas ayuda o negocies otro plazo.
Muchas veces las presiones se producen porque nosotros nos callamos. Esto hace que determinadas personas se aprovechen de nosotros. Una persona presionada en exceso, pierde el control sobre sí mismo y es menos productivo. Eso es algo fácil de entender. Nadie quiere vernos sufrir, lo que quieren es que salgan las cosas.
El problema radica cuando los que nos exigimos en sobremanera somos nosotros mismos. Tenemos que aprender a decirnos basta.
Resiliencia.
Esto hace referencia a como actuamos ante las dificultades y como nos reponemos de los daños sufridos. Hay una cosa que es importante que comprendamos, y es que todo no depende de nosotros. Debemos entender la situación, adaptarnos a ella y no fustigarnos.
Si abrimos una tienda de paraguas en una ciudad cercana al Sahara no podemos enfadarnos porque nos vaya mal. O nos ponemos a vender agua embotellada o nos mudamos a un sitio lluvioso para vender nuestros paraguas.
Hay veces que no se dan las condiciones objetivas para alcanzar nuestros sueños. Si son realizables, no debemos abandonarlos. Lo que debemos hacer es adaptarnos a las circunstancias, transformarlas en la medida de lo posible y formarnos para cuando la situación sea la adecuada. Esto nos llevará más tiempo, pero al final alcanzaremos el objetivo.
Crear redes de apoyo.
Uno de los errores más habituales que cometemos, sobre todo en una sociedad tan individualista como en la que vivimos, es pensar que lo podemos hacerlo todo nosotros. Debemos aprender a apoyarnos en los demás. Lo importante es llegar a la meta, pero es duro hacerlo solo.
En el área del crecimiento personal existe una figura que se llaman el Coach (entrenador en inglés). Son personas que nos acompañan en el camino y nos brindan su ayuda cuando lo necesitamos.
Para alcanzar nuestro objetivo es probable que necesitemos adquirir o desarrollar ciertas habilidades que no dominamos. No tenemos que tener miedo a participar en formaciones que nos pueden instruir en esos campos que tenemos algo flojas.
Otra cuestión importante es aprender a delegar tareas en otros. Centrarnos en lo importante y apoyarnos en otras personas, a las que llamaremos colaboradores, que realizarán aquellas tareas que nos distraen de lo principal.
Debemos recordar que el crecimiento personal es un camino y que debemos disfrutar de cada paso que damos en nuestra andadura.