España, a pesar de su tímida extensión, es uno de los países que más bares tiene en el mundo. A veces oigo a algunos amigos decir que “todo pueblo español, por pequeño que sea, tiene una iglesia y un bar”. Y no les falta razón. A los españoles nos encantan los bares: esa cerveza durante las mañanas de los fines de semana y su tapa es algo que no cambiamos por nada. Y eso, por tanto, multiplica las oportunidades de negocio de nuestra hostelería.
La hostelería es uno de los sectores más sacrificados de cuantos existen. A veces no se valora bien el trabajo de los hosteleros y de lo fundamental que es lo que hacen para que nuestros momentos de ocio sean inolvidables y sirvan para olvidarnos de los duros días de trabajo. Sin embargo, a mí es algo qque siempre me ha encantado: el trato con la gente, conectar con tus clientes, contar con cierta fidelidad por lo bien que haces tu trabajo e incluso ser su paño de lágrimas en algún momento o unirte a sus fiestas y celebraciones sin apenas darte cuenta.
Por es, desde hace algunos años regento un pequeño negocio en mi pueblo. Se trata de un bar-restaurante de pequeña entidad, en el que trabajamos mi hijo, mi mujer y yo. Desde el primer momento conseguimos fidelizar a una buena gama de clientes y por tanto nuestra labor se ha perpetuado con el paso del tiempo. Como consecuencia, nos hemos profesionalizado en mayor medida.
Esa profesionalización consiste en varias cosas. La primera de ellas, incuestionable, es el acopio de experiencia que cada uno de nosotros tres ha experimentado desde la apertura del negocio. En segundo lugar, hablamos de una mejora de nuestra propia imagen personal. ¿Cómo lo hemos hecho? A través de diferentes cambios en nuestra indumentaria, un aspecto elemental para el trato con nuestros clientes habituales y para ganarnos la confianza y el respeto de los nuevos visitantes.
Para ese cambio queríamos recurrir a una empresa fiable, que nos proporcionara unas prendas de calidad y a un precio no demasiado alto. Cabe destacar que ofrecer una imagen profesional, limpia e higiénica a los clientes siempre es un plus, pero si además se añade el hecho de que el cliente se queda con el nombre del establecimiento gracias al logo bordado o estampado en la camisa de los camareros, mucho mejor. Queríamos camisas propias, pajaritas y un gorro de cocina para mí, que soy el que habitualmente me encargo de la elaboración de los menús. Empezamos a buscar posibles proveedores por Internet y dimos con una página web en la que íbamos a encontrar justo lo que andábamos buscando: www.bordamar.es.
Nos pusimos en contacto con los titulares de la página web y les hicimos llegar el pedido que nos hacía falta para nuestro negocio. Nos aseguraron que lo tendríamos en un breve periodo de tiempo a nuestra disposición y a un precio coherente. Efectivamente, en cuanto vimos el precio de las camisas, las pajaritas y los gorros de cocina, supimos que no nos habíamos equivocado de proveedor. Contentos, volvimos al trabajo y ya esperábamos nuestro género. Os cuento todo esto porque actualmente hay miles de empresas dedicadas a la confección de ropa laboral para muchísimos sectores, pero no todas esas empresas dan una respuesta como la hemos obtenido nosotros.
Textiles de primera calidad
En apenas dos días naturales recibimos las prendas que les habíamos solicitado a los trabajadores de Bordamar. En cuanto desenvolvimos los plásticos y nos las probamos, nos dimos cuenta de la perfecta y cuidada nueva imagen que íbamos a tener entre nuestros clientes, y lo beneficioso que esto iba a resultar para un negocio como el nuestro, muy valorado entre nuestros vecinos pero en el que no podíamos relajarnos ni un momento por miedo a perder esa popularidad que durante tanto tiempo habíamos trabajado.
Han pasado algunos meses desde que estrenamos nuestra nueva vestimenta y las cosas en el bar marchan mejor que nunca. Todo el mundo ha destacado el buen aspecto con el que recibimos a todos nuestros clientes y eso nos ha permitido obtener un volumen de negocio mayor. La situación ha llegado hasta tal punto que nos estamos planteando el contestar a un nuevo camarero porque mi mujer y mi hijo no alcanzan a cubrir todo el establecimiento. Cuando el momento de contestar a alguien más llegue (ojalá que lo haga) tendremos que conseguirle una vestimenta similar o exactamente igual que la nuestra. Y para ello ya tenemos la solución ideal. Bordamar, a buen seguro, volverá a ser nuestro mejor aliado.
Todo sea para que en nuestro municipio siga siendo válida esa expresión que dice que, por muy pequeño que sea, un pueblo siempre contará con iglesia y con bar.