La gente que tenernos un perro, lo consideramos uno más de la familia. Si nos vamos de vacaciones nos duele dejarlo en un albergue o en casa de un amigo. Viajamos intranquilos, preguntándonos todo el tiempo cómo estará el perro. Para llevárnoslo con nosotros, tenemos un problema. ¿Cómo lo hacemos? Viajar en avión es una opción segura.
Muchos perros están acostumbrados a viajar en el coche de sus dueños. Se acomodan en el asiento de atrás y aguantan como pueden. Los viajes largos, para la mayoría de los perros son pesados, no pueden estarse quietos. Sobre todo sí están ellos solos en la parte de atrás.
La otra opción para viajar es hacerlo en tren. El perro puede ir con su cadena y con un bozal. Volvemos a tener el mismo problema. ¿Cómo mantenemos al perro quieto en nuestros pies durante varias horas? Aunque no es lo normal, puede ser que coincidamos con un viajero al que no le gusten los perros. Lo pasaremos mal nosotros y el perro.
En avión, los perros viajan en bodega. En un habitáculo acondicionado para mascotas. A no ser que el perro sea pequeño y lo llevemos en un transportín sobre nuestras piernas como si fuera un equipaje de mano.
Si el perro no sube con nosotros, a la cabina de pasajeros, deberemos factúralo como carga aérea. Debemos llevarlo dentro de un transportín adecuado al punto de atención al cliente de un agente de carga. Suelen estar ubicados en los centros de carga de los aeropuertos. Así lo hizo Manuel, que contrato el servicio Animales por avión que ofrece el grupo Star Cargo, en el aeropuerto de Barajas. De esta manera hizo un viaje tranquilo desde Madrid a Málaga, recuperando a su perro en el aeropuerto Málaga-Costa del sol. El perro viajó en el mismo avión que él, solo que entró, por otro lado.
Cómo viaja el perro en el avión.
Como hemos dicho, el perro viajará en bodega. En una cámara presurizada, acondicionada igual que la cabina de los pasajeros. Con una temperatura constante entre 15 y 25 grados centígrados. No se aconseja darle tranquilizantes para viajar, ya que con la altitud del vuelo, su presión sanguínea bajará varios grados. Esto hará que haga el viaje relajado. Si le administramos algún sedante corremos el riesgo de ocasionarle un paro cardiaco.
Lo más importante para viajar con perro en avión es elegir bien el transportín adecuado. Debe ser lo suficientemente grande como para que el perro esté cómodo todo el viaje. Que pueda mantenerse erguido sin tocar el techo con la cabeza, girarse con facilidad y tumbarse en el suelo de forma natural. Debe estar ventilado, al menos por tres costados. Que pueda circular el aire por el interior del cajón. La parte del suelo debe estar cubierta por algún material absorbente. Debemos asegurarnos de que tiene un cierre seguro, que no se abrirá en ningún momento del viaje.
Cada compañía aérea tiene una limitación de volumen para el transportín. Iberia admite uno que mida como máximo 45 cm de largo, 35 cm de ancho y 25 cm de profundidad, Lufthansa acepta los que miden 55 x 40 x 23 cm. Debemos calcular bien las dimensiones del transportín, pues esto es lo que nos va a determinar lo que nos va a costar que el viaje del perro.
Debes recordar que el perro no entra en el avión por el mismo sitio que tú. Por lo que es recomendable que llegues al aeropuerto con al menos un par de horas de antelación. Antes de pasar por el control de seguridad, dirígete a la zona de carga del aeropuerto y localiza el stand del agente con el que has reservado el servicio. El perro debe estar dentro de su transportín. Se lo entregas al operario que hay en recepción y ellos se encargan de embarcarlo en el avión. Allí te indicarán dónde debes dirigirte para recuperar el animal.
Una vez hayas llegado a tu destino, cuando hayas recogido el equipaje, deberás dirigirte a la oficina que posee el operador de carga en el aeropuerto y te entregarán a tu perro sano y salvo.
Qué documentación veterinaria necesita mi perro para viajar en avión.
El blog Sr. Perro indica que para embarcar a tu perro en el avión basta con que lleves un Pasaporte Veterinario, expedido por el veterinario, en el que indica que tu perro está bien de salud para viajar y que ha recibido la vacuna contra la rabia entre 12 meses y 3 años antes de la fecha del viaje.
Por otro lado, el R.A.C.C. (Real Automóvil Club de Cataluña), indica que para cualquier viaje, el perro debe ir debidamente documentado, como cualquier persona. Para ello propone que llevemos a mano una serie de documentos tales como:
- Pasaporte veterinario.
- Cartilla de vacunación actualizada.
- Pasaporte para Animales Domésticos. Es un documento especial que expide el veterinario en el momento en el que administra al perro la vacuna contra la rabia y le inserta un chip. No es necesario para los viajes nacionales, pero sí para los que vayamos a hacer al extranjero.
- Microchip. Lo coloca el veterinario por medio de un pinchazo indoloro por debajo de la piel del animal. Es obligatorio para todos los perros y gatos que viajen dentro de la Unión Europea.
- Placa identificativa. No es imprescindible, pero si es conveniente que el perro lleve una placa colgada del collar con su nombre y algún teléfono de contacto, por si se pierde.
- Conocer las condiciones de transporte. Antes de comprar los billetes, debemos asegurarnos de que en nuestro vuelo aceptan animales y si podemos embarcar a nuestro perro. Por ejemplo, algunas compañías aéreas no aceptan a perros que pesen más de 8 kg, incluido el transportín, otras no admiten razas de perro de nariz chata como bulldog, bóxer y pequinés o los llamados perros braquicéfalos como Boston terrier, chow chow, pitbull o mastiff, propensos a sufrir golpes de calor ante los ataques de estrés. Algunos viajes de Iberia no admiten mascotas, ni en bodega.
- Respetar la normativa del país de destino. Ciertos países como el Reino Unido o Finlandia son muy estrictos con la entrada de animales procedentes de otros países, exigiendo la vacunación preventiva a enfermedades que son menos comunes. Si vas a viajar al extranjero con tu perro, infórmate antes de la normativa del país respecto a la entrada de animales.
Mi último viaje con Bowie a Menorca.
Bowie es un perro mezclado de tamaño medio con el pelo blanco y negro. Le puse ese nombre porque tiene un ojo de cada color. Bueno, no el ojo, el pelaje que lo rodea. Lleva conmigo desde que tenía 15 días de vida y me lo llevo a todos lados. Incluso si me voy de viaje.
Vivimos en Barcelona, y desde hace unos años me gusta escaparme todos los veranos, unos días Menorca, a ver a un amigo. Mi amigo vive en Es Castell, el pueblo más oriental de España. El primero por el que sale el sol cada mañana. A la espalda de su casa hay campo abierto, por el que Bowie se vuelve loco corriendo.
Solíamos viajar en Ferri. Mi amigo salía a buscarnos cuando llegábamos al puerto de Mahón. Cuando subía al barco, metía a Bowie en una especie de jaula pensada para los animales, en el aparcamiento del ferri. Sabía que el perro no hacía bien el viaje y bajaba cada media hora a echarle un vistazo.
El viaje dura 8 horas, un palizón para el animal. Aunque le ponía un cuenco con comida y otro con agua, no aguantaba estar tanto tiempo encerrado. Probamos a hacer el viaje por la noche, a ver si lo llevaba mejor. No hubo suerte. La primera media hora se la tiró ladrando desesperadamente como si lo fueran a matar.
Una tarde, navegando por internet, vi eso de que los perros podían viajar en avión. Me pregunté, ¿por qué no probarlo? De entrada no iba a ser más penoso que el viaje en barco. El avión llegaba a Menorca en 1 hora, ya no son las 8 horas que tarda por mar.
Se lo comenté a mi amigo. Me dijo que no veía claro que me dejaran llevar al perro en el avión. El aeropuerto de Menorca es un aeropuerto pequeño, no es del Mallorca. Los aviones que llegan allí son aviones viejos de Iberia. Investigué, y sí, no había ningún problema.
Me dijeron, eso sí, que el perro debía ir en un transportín y debía llevarlo al centro de carga, un pasillo que hay al final del vestíbulo de entrada en el aeropuerto del Prat. Allí me atendió una chica muy simpática, recogió a Bowie y me dijo que ella se encargaba de todo, que no me preocupara por nada.
Al llegar al aeropuerto de Mahón, fui a buscar a Bowie al lugar donde me indicaron. Un chico joven me lo entregó. Me dijo que se había portado como un campeón. No sé si fue cierto, pero al perro lo vi más tranquilo en el viaje por avión.