Siempre soñé con ser periodista. La verdad es que es algo que iba en mi forma de pensar y de actuar. Recuerdo que narraba los partidos de fútbol entre mis amigos, mientras yo me quedaba en el banquillo. Luego pasé a recoger todos los datos y hacer cuadernos que son reliquias como base de datos.
Eso era cuando estaba en la EGB y en el bachillerato. Luego, mientras estudiaba en la universidad, logré una beca en un conocido periódico de mi ciudad. Los primeros meses fueron intensos. Trabajaba largas horas cubriendo noticias locales y ayudando en la redacción de artículos más grandes. La verdad es que no era lo que había soñado.
Lo que cobraba era el mínimo, pero es cierto que estaba emocionado de aprender y de formar parte del mundo del periodismo. Son las cosas de la edad, como decían o mejor dicho cantaban los Modestia Aparte. Por eso, ahora que voy viendo a las nuevas generaciones, creo que se ha perdido ese sacrificio y esas ganas de aprender.
Ahora parece que los estudiantes que salen de la Universidad lo saben todo y pasan de todo. Es decir, no les puedes decir nada. Y sobre todo les falta ese hambre que yo, o mi generación, tenía. EN mi caso recuerdo que nos peleamos por las famosas prácticas en empresas. Ahora no las hacen porque prefieren irse de vacaciones.
Es cierto que en todo esto influye mucho el mundo que vivimos ahora mismo. Y los padres costean todo y mejor que hacer unas prácticas es hacer un Master. Y es que vivimos la generación titulitis.
Mi primer contrato
Tras un año de dedicación, mis esfuerzos dieron frutos o eso es lo que pensé. El periódico me contrató como auxiliar de redacción. Durante tres años, estuve cubriendo eventos de todo tipo, investigue reportajes de fondo y incluso ya aprendí a convivir con las primeras denuncias. Sin embargo, la industria del periodismo en el año 2008 atravesaba momentos difíciles. La crisis hizo mucho daño y los ingresos por publicidad cayeron y las redacciones se reducían. Un día, llegó mi hora. Me echaban del trabajo.
Una nueva vida
La verdad es que comenzaba una nueva vida. El despido fue un golpe muy duro, pero también una oportunidad para replantearme mi futuro. Soy de esas personas que creo que en los grandes momentos siempre saco buenas conclusiones.
Durante semanas, busqué trabajo en otros medios, pero la competencia era feroz y las ofertas, escasas. No era tiempos como ahora que hay tantos medios digitales y es más fácil encontrar. Fue entonces cuando decidí tomar las riendas de mi carrera y lanzarme como periodista freelance. La verdad es que era toda una odisea, pero era el momento de salir del túnel en el que me había metido.
Reconozco que al principio fue duro, no fue fácil. Sin un salario fijo como había tenido, sin vacaciones fijas, y sobre todo con una cuota de autonónomo que tenía que pagar todos los meses.
Fue el momento de aprender mucho y a construir una red de contactos porque al final es de lo que se vive.
Lo primero que hice fue inscribirme en un coworking especializado en comunicación, donde conoció a otros periodistas, diseñadores y profesionales creativos. Este entorno me ayudó no solo a establecer contactos, sino también a mantenerme motivado y organizado. Estoy trabajando en un estudio de Centro de Negocios y la verdad es que tengo de todo: internet, pantallas, cafetería, teléfono, correo o incluso hasta servicio de limpieza.
Con el tiempo, me hice un nombre como periodista freelance, lo tengo que reconocer. Publiqué artículos en varios medios, he colaborado con revistas especializadas e incluso he trabajado y en proyectos de contenido para empresas.
Mi mejor artículo
No me puedo quejar, y lo mejor de todo es que durante este tiempo he conocido a la que hoy es mi mujer y la madre de mi hija. Sin duda, mi mejor artículo.
La verdad es que ser freelance es todo un desafío y más en este país. La incertidumbre financiera y la necesidad de gestionarlo todo, desde el trabajo hasta la facturación, es algo que siempre es complicado, yo por suerte, las cuentas me las lleva mi pareja, y es algo que me ahorro.
Ahora bien, tengo claro que el esfuerzo valió la pena. Años después he podido hacer mi propia cartera y disponer de mi tiempo. Y es que creo que el periodismo es una carrera muy bonita, pero también sacrificada. Como les digo siempre a los estudiantes que acaban de salir de la Universidad, esto no es una panadería con horario fijo. Ser periodista es serlo 24 horas, 7 días. Y eso no siempre es fácil.